En las últimas décadas, y sólo en ese tiempo, las mujeres hemos conseguido
nominalmente la posibilidad de ir y venir, más o menos a nuestra voluntad por
la ciudad. En tiempos anteriores, la
situación era peor: no existía legitimación social para el uso de la calle por
parte de mujeres, que no fueran «las mujeres de la calle».
La mujer estaba confinada en el espacio privado, del que detentaba la
responsabilidad pero no el control, al tiempo que el espacio público le estaba
vedado. El sitio de la mujer es el
hogar. . . El sitio del hombre puede estar en el espacio
público y en el privado: puede moverse libremente entre uno y otro y su
presencia en ambos espacios es pertinente.
Incluso puede elegir qué dedicación quiere destinar a su vida familiar o
pública sin que ninguna de las opciones sea catalogada como inadecuada o poco
edificante. La autonomía del hombre
es subsidiaria del trabajo oculto de quien se ocupa del espacio doméstico. (seguir leyendo)
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