Esta semana hemos visto sobrecogidos el entierro de Mari Paz, la mujer de 35 años que murió el pasado domingo en Elche a manos de su pareja, y que posteriormente la descuartizó, repartiendo su cuerpo entre varios contenedores.
Uno de los primos hermanos de la víctima, Antonio, comentó que la familia desconocía que ella pudiera correr un peligro de muerte con su compañero sentimental, Mario G.F., que ha confesado ser autor del crimen. Antonio relató que ella parecía «muy ilusionada» con el futuro de su relación con el homicida, con quien convivía desde hacía unos cuatro meses, y que había presentado a su enamorado a parte de la familia.
Me gustaría reflexionar aquí sobre dos hechos de este suceso. El primero es que este sujeto contaba en el momento de iniciar la relación con Mari Paz con antecedentes penales por delitos de violencia y de robo. El segundo es que la víctima había presentado tiempo atrás denuncias por malos tratos contra parejas anteriores. La suma de uno y otro hecho nos lleva al siguiente enunciado: una mujer con experiencia de haber sido maltratada se une en una relación amorosa con un hombre violento.
Por supuesto, es posible que Mari Paz no supiera nada de esos antecedentes; que el tal Mario fuera un encantador de serpientes que sedujera primero con garbo y con mentiras para luego erigirse en un tipo posesivo e implacable. Pero aun así, he de insistir en una afirmación que encierra una realidad cada vez más evidente, a saber: que ninguna Ley contra la Violencia de Género se puede inmiscuir en una relación privada; que no hay juez en el mundo que nos pueda proteger a priori en el interior de nuestra casa de alguien dispuesto a someternos y golpearnos. (art. completo pulsar aquí)
Uno de los primos hermanos de la víctima, Antonio, comentó que la familia desconocía que ella pudiera correr un peligro de muerte con su compañero sentimental, Mario G.F., que ha confesado ser autor del crimen. Antonio relató que ella parecía «muy ilusionada» con el futuro de su relación con el homicida, con quien convivía desde hacía unos cuatro meses, y que había presentado a su enamorado a parte de la familia.
Me gustaría reflexionar aquí sobre dos hechos de este suceso. El primero es que este sujeto contaba en el momento de iniciar la relación con Mari Paz con antecedentes penales por delitos de violencia y de robo. El segundo es que la víctima había presentado tiempo atrás denuncias por malos tratos contra parejas anteriores. La suma de uno y otro hecho nos lleva al siguiente enunciado: una mujer con experiencia de haber sido maltratada se une en una relación amorosa con un hombre violento.
Por supuesto, es posible que Mari Paz no supiera nada de esos antecedentes; que el tal Mario fuera un encantador de serpientes que sedujera primero con garbo y con mentiras para luego erigirse en un tipo posesivo e implacable. Pero aun así, he de insistir en una afirmación que encierra una realidad cada vez más evidente, a saber: que ninguna Ley contra la Violencia de Género se puede inmiscuir en una relación privada; que no hay juez en el mundo que nos pueda proteger a priori en el interior de nuestra casa de alguien dispuesto a someternos y golpearnos. (art. completo pulsar aquí)
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