Cada vez que escuchamos una noticia acerca de un tema de violencia de género, nos parece que las agujas del reloj se han detenido en un escenario prehistórico, como en el caso de la joven Marta del Castillo (objeto de búsqueda entre los restos de un basurero), que nos muestra en primer plano o en varias dimensiones, el lado más cruel y terrorífico del ser humano. Sin embargo, la realidad nos devuelve una imagen más amable de la condición humana, ya que muchos varones en el siglo XXI cuestionan los parámetros clásicos de identificación masculina, que pautan una conducta de dominio y control sobre la mujer en el ámbito íntimo, en el privado.
El proceso emocional que lleva a un hombre o a una mujer a convertirse en persona, no es cosa fácil, ya que las identificaciones que imperan en un determinado momento sociocultural, ejercen estructuralmente un papel decisivo en la adopción de roles de género. La masculinidad como estereotipo se ha vinculado frecuentemente a rasgos físicos y psicológicos como la fuerza física que otorga hombría, el saber responder a las agresiones y defenderse con vigor tanto física como verbalmente, la competitividad feroz con los iguales que retroalimenta el ideal masculino, el control de las emociones, la capacidad resolutiva, el dominio en el contexto familiar y el despegue hacia la conquista del poder en el ámbito público, que otorga un lugar privilegiado al jefe-patriarca entre los demás machos de la horda primitiva. (art. completo pulsar aquí)
El proceso emocional que lleva a un hombre o a una mujer a convertirse en persona, no es cosa fácil, ya que las identificaciones que imperan en un determinado momento sociocultural, ejercen estructuralmente un papel decisivo en la adopción de roles de género. La masculinidad como estereotipo se ha vinculado frecuentemente a rasgos físicos y psicológicos como la fuerza física que otorga hombría, el saber responder a las agresiones y defenderse con vigor tanto física como verbalmente, la competitividad feroz con los iguales que retroalimenta el ideal masculino, el control de las emociones, la capacidad resolutiva, el dominio en el contexto familiar y el despegue hacia la conquista del poder en el ámbito público, que otorga un lugar privilegiado al jefe-patriarca entre los demás machos de la horda primitiva. (art. completo pulsar aquí)
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